viernes, 24 de septiembre de 2010

SER SOLIDARIOS CON LOS DEMAS


Cuando un niño es testigo de atrocidades que destruyen su mundo, resulta afectado. Ver cómo disparan o bombardean a sus familiares o vecinos produce un trauma inmenso cuando uno es un niño. En muchos casos, la experiencia tiene como resultado que el niño se encierra en sí mismo, se niega a hablar y no responde a relaciones normales. El niño traumatizado por los mismos hechos que producen comunidades de desplazados o refugiados puede mostrar un comportamiento que resulta confuso para los familiares que le quedan o para sus cuidadores. A veces se le considera retrasado mental, sin posibilidad de recuperación. A veces se cree que está poseído por espíritus malignos. Otras veces, su estado se ve como el castigo a faltas cometidas con anterioridad por sus familiares.

En estos casos, su comportamiento provoca una gran vergüenza y se rodea de secretismo. Con demasiada frecuencia, sus cuidadores no entienden que está reaccionando a los terribles sucesos de una guerra civil, y no saben que este estado puede invertirse con unas simples intervenciones.

A menudo, se esconde (incluso se encadena) a estos niños en habitaciones oscuras, fuera de la vista de la gente. No pueden vestirse o lavarse, y con frecuencia se les encuentra en su propia suciedad y en un lamentable estado de salud, sucios, enfermos, débiles e indefensos.

La divulgación de estos casos no logra comunicar el mensaje. Es necesaria una intervención para evaluar a cada uno de estos niños. Si están traumatizados por sucesos atroces, y no son discapacitados psíquicos o físicos a causa de otros factores, pueden experimentar cambios considerables, aprender a vestirse, asearse y alimentarse por sí mismos. Esto exige paciencia, amor y cuidados, a lo largo de semanas o meses. Un estímulo o dos, en forma de muñeca, o quizá más tarde una pelota, son herramientas efectivas y útiles para esta tarea.

Esta es una situación, que se repite cientos de veces en todo el mundo, en la que es adecuado un programa de intervención basado en las dimensiones reales de la vida en nuestros países.

Los residentes locales, de forma voluntaria o con ciertos incentivos, pueden proporcionar los cuidados y estímulos a los niños necesitados, y mantener informados a los activistas sobre los cambios en su condición y el adiestramiento que necesitarán más adelante. Esta es una de las muchas situaciones que implican a refugiados o desplazados en comunidades alteradas (pero supervivientes) por desastres de origen natural o humano.

Las propuestas que surgen es crear unidades de atención comunitarias, superar nuestro egoísmo, ya que somos todos o somos nada, este caso solo me sirve para ilustrar el hecho de que la superación de las crisis depende de la unión, por mas teorías que hablan de el individualismo o el comunitarismo, está sobre nuestras condiciones psicogenéticas y psicohistorias que indican que nuestro pasado indígena, nuestro pasado negro y remoto precolombino está en la unión de la comunidad; entonces que fluya esa sangre milenaria y nos indique la solidaridad que necesitamos.